Pertenezco a ese grupo de mujeres que debe luchar día a día para que se reconozca su maternidad de brazos vacíos.
Pertenezco a ese grupo de mujeres que vio como sus pechos se llenaban de leche, sin haber bebé a quién alimentar.
Pertenezco a ese grupo de mujeres que lleva en su cuerpo marcas de una historia de amor, que no tuvo el final feliz que todos esperaban.
Pertenezco a ese grupo de mujeres al que la sociedad quiere callar, pero que aún así no dejan de gritar a los cuatro vientos que esos bebés existieron, existen, y existirán por la eternidad.
Hace un año atrás, vivía en la mas dulce de las ignorancias. Vivía en un mundo donde las mujeres se embarazan, sorprenden a su pareja con el positivo en el test, y luego esperan un tiempo prudente para contarle a la familia y amigos. Vivía en un mundo en donde los bebés traían consigo ilusiones, futuro, momentos inolvidables. Vivía en un mundo donde al pasar el primer trimestre de embarazo “no había de que preocuparse”. No sé a ciencia cierta en que planeta vivía. Evidentemente no era el planeta Tierra.
Cuando analizo y miro hacia atrás mi historia y la de mi hija, siento que esos momentos que compartimos juntas las dos, no los cambiaría por nada, aún sabiendo el desenlace. Pero no puedo dejar de pensar que me hubiese gustado saber mas, y no ser la persona ignorante que era en ese entonces. Hubiese deseado con todo mi ser, saber que en el mundo existían cosas como preclamcia, eclamcia, abortos espontáneos, trisomías, hernias diafragmáticas, cardiopatías congénitas, y muchas otras cosas más.
Quizás siempre lo supe, quizás solo me cegué a una realidad que existe, que pasa, que desarma. Quizás siempre lo supe, pero nunca imaginé que me pasaría a mi… Hasta que me pasó…
Siento que muchas veces la vida nos enseña a golpes, y claramente este ha sido el golpe más duro que he recibido. Y por lo mismo, es que quiénes hemos pasado por esto hablamos. Escribimos. Visibilizamos. Muchas veces la gente cree que al hablar de lo que nos pasó, buscamos victimizarnos, pero no es así. Personalmente hablo porque quiero que se sepa que las pérdidas gestacionales, perinatales e infantiles existen, que son más comunes de lo que creemos, y que una buena red de apoyo, antes, durante y después, pueden hacer una gran diferencia en el proceso de duelo de esos padres. En mi caso particular hubiera deseado que alguien me hubiera recomendado tomarle muchas fotos a mi hijita. Me hubiera gustado que alguien en el hospital hubiera tomado mi mano y me hubiera dicho que podía bañarla, que podía cortar un mechón de su pelo, que podía estampar su huellita en papel. De haber sabido que estas cosas pasan, mi mente hubiera estado abierta a muchas otras cosas, y no tendría que luchar día a día con mis recuerdos y mi mente que a veces me traiciona, y me hace olvidar los detalles de esa bella carita que tanto besé cuando me dejaron cargarla en mis brazos una vez que nos la entregaron.
Yo hablo porque este es un tema importante, porque es nuestro deber como madres en duelo de romper el silencio, porque cuando hablo mi hija sigue viva a través de mis palabras, y porque espero que la gente no deba vivirlo para que la realidad le pegue de golpe, como me pegó a mi.
